sábado, 6 de octubre de 2012

La historia SIEMPRE se repite


Lo que van a leer a continuación es una historia VERÍDICA sobre una serie de sucesos que tuvieron lugar en el año 1999 en un pueblo de Massachusetts, casi llegando a Vermont. Unos hechos que no deben ser olvidados para evitar que la historia vuelva a repetirse…

Alrededor de las 16.00 horas (Franja horaria de la costa Este) los primeros individuos comenzaban a llegar por cuentagotas a la explanada que rodeaba al conocido centro comercial de la ciudad, aparcaban sus coches y comenzaban a salir con aires de júbilo mientras observaban como los autobuses interurbanos hacían aparición con decenas de jóvenes en su interior que salían a trompicones e impacientes al exterior. De los maleteros de los coches sonaban versiones Break Beat de la Cantina Band.

Soldados Imperiales disfrutando de la previa.
Tras esto, comenzaba la consabida ceremonia de saludos, abrazos y algarabía desmesurada.

El motivo del ambiente festivo era el inminente estreno de la película “La amenaza fantasma” de George Lucas, perteneciente a la saga “Star Wars”. Los fanáticos llevaban desde el año 1983 esperando a un nuevo estreno de la saga galáctica y calificaban a este día como EL EVENTO DEL SIGLO.

La expectación era tal que los joviales hinchas portaban consigo un vasto arsenal del merchandising oficial (Y extraoficial) de la saga, como por ejemplo: camisetas, banderas, pelucas, sables láser…etc.

Las animadas masas tenían prácticamente colapsados los aledaños del centro comercial cuando comenzaron a descorchar sus botellas de alcohol. Era la incuestionable ceremonia previa al evento.

Con los efluvios etílicos llegaron los cánticos. Un pequeño grupo de no más de 10 personas comenzó a tararear la marcha imperial y en un instante las miles de personas congregadas allí, al perfecto unísono, daba un recital tan fantástico como perturbador mientras cientos de banderas con la cara de Yoda ondeaban al viento.

Las puertas de los multicines se abrieron y la avalancha de personas ataviadas con disfraces de lo más variopinto se dispusieron a ocupar sus asientos. En pocos minutos, y ante el estrés de los trabajadores que debían revisar los tickets del cine, una amalgama de personajes vociferaban en el recinto. Había soldados imperiales, wookies, jedis y bastantes Han Solos.

La expectación era máxima. Los nervios estaban a flor de piel. Se hizo la oscuridad.

Al arrancar los primeros compases de la sinfonía de John Williams la sala estalló y los espectadores, rodeando con sus brazos el hombro del vecino y formando varias cadenas humanas tarareaban la famosa melodía que acompañaba al prólogo y precedía a la película. Unos miraban sin pestañear a la pantalla, otros alzaban la vista al cielo como buscando a Dios pero a todos se les erizó la piel.

El transcurso de la cinta supuso un cúmulo de sentimientos contrariados para los allí presentes pues, al igual que vitoreaban cualquier frase pronunciada por Obi Wan Kenobi o Yoda, se exaltaban cuando un Sith los atacaba. “Los Sith son unos guarros, unos putos guarros” decía un malhumorado señor disfrazado de Chewbacca.

"Cuando escuché al puto Jar Jar
se me cayeron los palos del sombrajo"
declaró esta chica.
La aparición del personaje de Jar Jar Binks no ayudó a calmar los ánimos y en los asientos donde estaban ubicados los espectadores más radicales se pudieron escuchar canticos racistas del estilo de “Gungan de mierda” o “Escoria de Naboo” acompañado de golpes y patadas a los asientos. También algunos imitaban el sonido de los monos y añadían: “Esto en la trilogía clásica no pasaba”.


Los vitivinícolas espectadores desoyeron la prohibición
de bañarse en la fuente pública de Massachussets.
Al finalizar la película los espectadores, ebrios y encolerizados por la muerte de Qui-Gon Jinn, salieron a la calle dando gritos, agitando sus banderas, clamando por la Alianza Rebelde, destrozando el mobiliario urbano, cantando “Un bote, dos botes, Palpatine el que no bote” y quemando varios contenedores de basura.



La policía, incapaz de calmar a la enfurecida masa pidió refuerzos a los antidisturbios los cuales llegaron en varios furgones. Para entonces los alrededores del centro comercial se había convertido en una autentica batalla campal. Los maderos de Massachusetts disparaban pelotas de goma y los exacerbados fans respondían arrojando réplicas de la Estrella de la Muerte e insultando a las autoridades con apelativos como “Opresores” o “Trekkie”.

Todo este asunto se saldó con 8 policías heridos, 3 wookiees hospitalizados y 12 detenidos, 6 moradores de las arenas, 5 soldados imperiales y un cazarrecompensas.




Las burlas a los agentes fue continua.
Burlas hirientes a la autoridad.



Quizá a usted, querido lector, le parezca increíble que una simple película pueda llevar a un grupo de seres humanos a un grado de enajenación mental tan grande. Es cierto, y por suerte esta historia no es cierta, pero se asemeja peligrosamente a esos tristes y repetitivos episodios en los que un grupo de imbéciles destrozan la armonía de un colectivo, ponen vidas en peligro y hace que un padre no pueda ir con tranquilidad a un estadio de fútbol con su hijo a disfrutar de un juego y, quien sabe, a pasar un rato divertido en Neptuno, Cibeles o Canaletas.